domingo, 25 de noviembre de 2012

Julián David Quintero Lagos


Reseña Crítica


Osorio Mejía, Oswaldo. Realidad y Cine Colombiano 1990-2009. Capítulo 5: Realidad, cotidianidad e idiosincrasia ¿Cómo somos los colombianos?. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. 2010. 131p.

Comunicador social-periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, historiador de la Universidad de Antioquia, Magíster en Historia del arte de la Universidad de Antioquia, candidato a Doctor en Artes de la Universidad de Antioquia, profesor universitario, Coordinador de Programación del Festival de Cine y Video de Santa Fe de Antioquia y del Festival de Cine Colombiano Ciudad de Medellín, autor de los libros Comunicación cine colombiano y ciudad y Realidad y cine colombiano 1990-2009, crítico de cine del periódico El Colombiano y la revista de cine Kinetoscopio.

Este capítulo puede considerarse como un excelente punto de partida para los que les interesa saber sobre: la historia del cine colombiano, su relación con la realidad, los distintos tipos de representación que se han dado y una buena cantidad de películas que nos sirven de punto de referencia para empezar a conocer mejor el cine de Colombia. El quinto capítulo explora la idea de identidad nacional, que se ha venido desarrollado a través cine.

Osorio está plenamente convencido de que el cine, a través de su historia, se ha caracterizado por mostrar y denunciar los problemas que tiene un país, para que la gente, al verse reflejada en la gran pantalla, se identifique, se autoevalúe y pueda cambiar su actitud. Relata partes del caso colombiano, el cual es muy diferente ya que en casi toda su filmografía existe una mala representación, fruto de la poca comprensión de la realidad colombiana; este es el grave problema al cual nos enfrentamos los que queremos hacer cine en Colombia.

El autor mantiene una posición crítica frente a esta problemática y comenta que si ha habido una buena representación, pero son muy pocas las películas que logran acercarse a una verdadera identidad y las pocas que lo hacen son maltratadas en cartelera y no las conoce casi nadie. Con respecto a las otras producciones, opina que se ha caído mucho en el estereotipo televisivo y que hacen una lectura errática y sin sentido de la sociedad colombiana.

A lo largo de las quince páginas que construyen este capítulo, el autor deja muy claro su punto de vista respecto a los colombianos que demandan otro tipo de cine porque dicen estar cansados del mismo tema de la violencia. Dice que para todos hay un tipo de cine y existen directores como Diego García que intentan posicionar al cine como industria y que satisfacen las necias necesidades de entretenimiento de los colombianos. Aunque critica estas burdas comedias, dice que es válido que exista este cine de entretenimiento, mientras haya una buena calidad técnica y talento desplegado, ya que así puede costearse la realización de al menos un largometraje cada año.

Aunque el capítulo se enfoque bastante en la trayectoria productiva de Dago García, logra resaltar los altibajos de sus proyectos y considera que este personaje se ha logrado consolidar en la industria del cine ya que sabe cómo aprovechar las historias que les gustan a los colombianos, más allá de todas las “colombianadas” que se incluyen en estas cintas. Más adelante, se enfoca en los trabajos de Harold Trompetero que logra realizar un trabajo más subjetivo desde puntos de vista de mujeres o minorías e intenta evadir la generalización, lo cual contribuye al cine colombiano porque nos permite saber que hay más personajes que el típico bogotano de clase media.

Concluyendo el capítulo el autor sustenta el sobresaliente trabajo de ambos tipos de tratamiento a la realidad colombiana: “Junto al cine colombiano del conflicto, que tantas veces levanta resquemores y con el que se han conseguido los mejores aciertos, sobre sale también, este cine que se sustenta en la cotidianidad de los colombianos y en un retrato de lo que podría ser su idiosincrasia.” (pág. 110)

El capítulo elegido resulta tremendamente útil para conocer el tipo de producciones que se han realizado en Colombia durante las anteriores dos décadas, no usa un lenguaje muy técnico, es de muy agradable lectura, tiene una amplia filmografía que permite ejemplificar parte de su posición, además te ayuda a formar un criterio propio frente a lo que ves y te ayuda a valorar y a exigir un mejor cine, el cual necesitamos impulsar para que siga evolucionando y se convierta en una gran industria de la cual broten y abunden todo tipo de películas, especialmente las que nos ayuden a entender mejor esta realidad.

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